REFERENCIAS
Juan 3:16; 1 de Juan 2:2; Hebreos 2:9;
2 de Timoteo 1:9-10; Isaías 53; Efesios 1:7;
Hebreos 10:10, 19-20
Jesús no solamente murió en la cruz por la humanidad. Él resucitó. La resurrección de Cristo es de vital importancia para la fe cristiana pues constituye el fundamento de la salvación y de la esperanza de vida eterna. Con Su resurrección, Jesucristo destruyó el poder que tenía la muerte sobre los seres humanos. Además, garantiza que todo aquel que cree en Él también resucitará y tendrá vida eterna en la presencia de Dios.
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ROMANOS 1:4
La resurrección de Jesús es la prueba más grande de Su deidad y confirma todas las declaraciones acerca de El.
Jesucristo es el personaje más importante de la humanidad. La historia del tiempo se marca a partir de Su nacimiento. Su vida y Su obra despiertan debates, inquietudes y, de hecho, nadie puede permanecer impasible ante la persona de Jesús. Cuando cualquier ser humano, en cualquier latitud del mundo se enfrenta ante la realidad de las promesas, bendiciones y requerimientos de Jesucristo, se ve impelido a tomar una decisión. La primera verdad que se debe aceptar acerca de Jesucristo es que Él es Dios y, como tal, posee todos los atributos divinos que denotan su carácter Supremo: Jesús todo lo puede, (es Todopoderoso); todo lo sabe (es Omnisciente); y está en todas partes (es Omnipresente). La segunda verdad sobre Jesucristo, es que se hizo hombre para redimir (salvar) a la humanidad que, sin excepción, ha pecado contra Dios. Jesús es el Salvador, el Redentor cuya muerte ha hecho posible la reconciliación del ser humano con el Creador.
Dios es un Dios de propósitos, planes e intenciones. (Jeremías 29:11). Con esta certeza en mente, se puede comprender que la encarnación de Jesús, tomando forma humana, obedeció a objetivos definidos que Dios se propuso lograr en Su relación con el ser humano. Se pueden indicar dos, entre otros, propósitos de la encarnación de Jesús:
Se pueden indicar dos, entre otros, propósitos de la encarnación de Jesús:
En el libro de Hebreos 1:1-3, el escritor bíblico reseña que Dios, a través de los tiempos, se había revelado a la humanidad de muchas maneras. Dios demostró Su existencia, poder y amor por medio de la creación (Romanos 1:19-20) y a través de la conciencia humana que sabe distinguir entre el bien y el mal (Romanos 2:14-15). Sin embargo, la venida de Jesús como hombre, fue la más grande revelación de Sí mismo que hizo Dios. (Juan 1:18).
Para salvar al ser humano del pecado y la muerte. Génesis registra la creación de Adán y Eva, su relación con Dios y su pecado. (Génesis 1:26 –3). El pecado produjo la muerte y la separación de la humanidad de Dios.
La muerte sacrificial de Jesucristo, se convirtió en el único medio de salvación y de restaurar la comunión de la gente con el Señor. Hechos 4:12; Mateo 1:21; Hechos 10:43, 1 de Timoteo 2:5-6.
La vida y carácter de Jesús son el mejor modelo que cualquier persona puede imitar. En esta época carente de verdaderos modelos de perfección e integridad, la personalidad de Jesús sigue siendo el molde dentro del cual se encuentra el ideal de conducta para hombres y mujeres.
Jesús fue un hombre valiente, comprometido con su misión y su fe.. Lucas 4:42-44; Juan 2:15-17; Mateo 23.
La personalidad de Cristo, manifestó características como el amor (Efesios 5:2); la compasión (Mateo 14:14); sufrido (Isaías 53:7, Mateo 26:67); manso (Mateo 11:28:30); constante y decidido (Lucas 9:51).
Jesús no sólo habló de la moral y las buenas obras sino que practicó ambas. Su vida de comunión con Dios no fue una filosofía idealista pero irreal, sino que fue la verdad y fundamento tanto en lo público como en lo privado. Juan 2:7-9; Mateo 5-7; Juan 9:1-38; Lucas 19:1-10; Juan 11:1-44; Marcos 6:53-56; Marcos 6:30-44
A pesar de que Dios proveyó un sistema para que la humanidad expiara sus pecados a través del derramamiento de sangre de animales como substituto de hombres y mujeres, Dios mismo estableció que tendría que darse un único sacrificio por el pecado, que fuera perfecto y humano. Sólo Dios mismo podía proveer perdón y limpieza, por lo tanto, Dios se hizo hombre para lograrlo. Así Jesucristo realizó la obra cumbre de su ministerio terrenal: murió en la cruz del Calvario por los pecados de todos los seres humanos. Su muerte significó la posibilidad de restauración de la comunión del ser humano con su creador.